domingo, 26 de agosto de 2012

12ª CARTA: "LOS SABORES QUE TE RECUERDAN"


Mamá:
Te has ido y aquí me has dejado todo el peso de la vida solo para mí. No se si podré tirar de este peso por mucho tiempo, todo me parece tan gris y tan nítido….los días pasan monótonos, se hacen inmensos entre controles de insulina y elaboración de dietas. No te reprocho tu marcha, solo el  letargo, desgano o apatía  en el que me veo inmersa,  tras  tu ausencia. Hago el intento de sobreponerme a la morriña pero…. es tan injusto!!!…., te has marchado para siempre  y  todo sigue  sin más! ¡!!!. Solo me alivia esta tarea que se ha convertido ya en una necesidad.
El verano no quiso traernos su alegría, su jolgorio, sus largas veladas nocturnas al fresco contigo, esperando la llegada de los más rezagados de la noche. Ni sus amaneceres con sonido de gorriones, dándote los primeros rayos de sol en tu ventana,  cuando ya caías rendida  a la amanecida después de una noche intensa de espera, tilas, o lectura. Ni una ducha fresquita antes de dormir la siesta, tras una mañana de trajines. Ni un ratito de tertulia en la terraza, con alguna de tus hijas, al caer la tarde. No quiso tampoco llevarnos hasta la orilla del mar, para que pudieras disfrutarlo con la vista, tomando el sol ,tan sano según tú para tus huesos, mientras disfrutabas de un buen libro  y sentir, como decías, aquella PAZ….. Ni ver  la luna posarse en el mar de plata desde nuestro, por unos días, mirador, con el saboreo de un helado  de dulce de leche,  leche merengada o turrón. Tampoco quiso que siguieras disfrutando de las risas ni del jolgorio de tus nietas, aquí en casa, ni tuvo en cuenta que necesitabas aún ver hechos realidad los proyectos de futuro de Rogelio , de su vida académica. Ni sabré nunca como terminar de educar a Julia, en la justa medida, para no caer en el capricho por ser la benjamina y en lo que tú te afanabas.  Aún era pronto para tu marcha.

 Poco a poco, después  de 40 días, los sonidos que te recuerdan  se van apagando, ya no oigo el arrastrar de tu andador, tu trajinar. Ni el silbido de tu sueño plácido en el sillón frente a la televisión, mientras el cocinero de turno cocinaba sin tu atención.
Ya no huele a leche caliente y picatostes. Atrás se quedaron los gazpachuelos, las albóndigas, las gachas,  las tortitas amasadas  con las que nos  deleitabas en invierno las mañanas del domingo. 

Todo ello lo aprendiste de “mamá Matilde”, sobrina de la abuela Adoración, con la que el abuelo Juan Ramón se casó al quedar viudo, dejando a papá con tres años y a sus dos hermanos Antonio y Esteban, poco más mayores, y con la que tubo una hija, tia Paca, que fue para ti como una hermana. Las circunstancias de la vida  llevaron  a vuestros padres  a trabajar en la misma estación de Los Propios, provincia de Jaén, donde los dos eran jefes, uno de día y otro de noche. Allí compartiste con ella, Paquita, tu infancia, adolescencia  y  poco después el amor con su hermano Juanito, como llamaban a papá. La vida solo me dio la oportunidad de verla tres veces, la primera en la muerte de papá, la segunda en la Roda, donde vive en la actualidad y donde fuimos a visitarla. La tercera a los 38 años de la muerte de papá  y poco más de un mes antes de tu muerte, gracias a un impulso que tuvo nuestra prima Mª Carmen, su hija, y la trajo para este último encuentro, con la que ambas disfrutasteis tanto. 


Tu madre, la abuela Encarna, siempre contaba que siendo tú de corta edad, una señora en Granada le dijo que veía en ti una fuerza que te daba cierto poder y aunque siempre nos hemos reído de tu capacidad de predicción, he podido comprobar que te adelantabas a las cosas, tenías una intuición  diferente al resto. Hoy, después de tu muerte, estoy convencida de que esa fuerza mental tuya, hizo traer a tia Paca para daros el último adiós.

  Tampoco disfrutaremos más del “el arroz del pollo”, como cariñosamente lo bautizó José Carlos,  o de tus sopas de espinacas o de coliflor. ¿Cómo podré volver a comer milhojas, un trocito de queso curado  con carne de membrillo, un higo maduro, unas ciruelas, sandía  o   melón fresquitos con pan. Las naranjas con aceite. ….una oncita de chocolate, los orejones, las pasas  o el pan de higo? Será pecado mortal para mí, disfrutar de un trozo de pan calentito.


 VIVES en estos sabores. Siempre estarás presente.


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