Mamá:
Hoy en el trajinar de la casa, he removido las estanterías de los libros, tus libros, que yacen como tú inertes, silenciosos, a la espera de que alguno pensemos en ti, en ellos y podamos disfrutar de las historias que tu vida y ellos nos cuentan.
Quietos están tus
libros. Aquí se quedaron tus pasatiempos, con los que te gustaba hacer gimnasia
mental. ¿Qué haré con tu suscripción a
Selecciones de Read er’s Digests. ¿Cómo podré hacer balance de todos los
libros que has devorado?
Desde “La araña
negra” de Vicente Blasco Ibáñez, del que siempre decías
que era necesario leer. Fue, según contabas, uno de tus primeros libros
importantes, que te dejaron huella .Tú
presumías de haberlo leído
por primera vez con doce años, a escondidas durante
la noche
a la luz de un quinqué, porque eran los libros que leía tu padre y sentías curiosidad por ellos.
” La Barraca”, “Cañas
y Barro”, y otras llegarían después. Aquellos
libros se convirtieron para ti en la única escapatoria de aquellas estaciones a donde la guerra os obligo a marchar. Tuviste que dejar atrás tu Granada natal, tu colegio mixto, al
que asistías con tu hermano, con una pedagogía basada en “La Institución Libre
de Enseñanza”, donde eras la primera de la clase y a la que ponían a leer cuando llegaba la
inspección. La que, con recelo contabas, que la guerra te obligo a ser autodidacta ayudada de
la humilde biblioteca del abuelo, a la que sin saber cómo iban llegando
libros, a cambio de hogazas de pan del
que hacíais en el horno de piedra que él construyó o de alguna que otra arroba de vino que él se
encargaba de “aligerar” de peso de los barriles que llegaban en los trenes a la
estación. Pudiste leer a los clásicos. Contabas con detalle, al igual que tu
padre, nuestro abuelo Aurelio, algunos de las aventuras de Don Quijote o del Lazarillo de Tormes. Fue mi primer contacto con la literatura. Me
recuerdo embobada en el abuelo, escuchando como contaba con mucha gracia la
picaresca del Lazarillo, o de Sancho Panza.
“Los Miserables” de
Víctor Hugo, “Los hermanos Karamazov “, “Crimen y castigo” de Dostoievski.
“Los Episodios
Nacionales”, Fortunata y Jacinta”, “El abuelo”, “Marianela” todos de Benito
Pérez Galdós, uno de tus autores favoritos. “La Regenta” de Clarín,” Luces de
Bohemia” de Valle- Inclán, “La historia
de una escalera “de Buero Vallejo. Otros autores de La Generación del 98 : Unamuno, Jacinto Benavente, Azorín, los
hermanos Machado, los hermanos Quintero. Los poetas del 27. Y
después con la ayuda de papá, seguías enterándote de lo que pasaba en el mundo,
cultivando vuestro espíritu, sin caer en los brazos de la ignorancia a pesar
del aislamiento geográfico y cultural
que la posguerra os obligó a vivir. Definías esos años duros, pero muy felices.
En estos últimos años de tu vida, han sido tus hijos Aurelio
y Gracia las que te mantenían informada
del trasiego político de la actualidad y con los que compartías libros, al
igual que con Dori y Encarnita. Tu nieto Rogelio ha sido, como el abuelo, quien
ha sabido desmenuzártela hasta última hora. Siempre recordaré la marcha de los
mineros asturianos en este último mes de Junio, que seguías por tu transistor y
a los que no pudiste ver llegar a Madrid, porque te marchaste antes.
Siempre encontrabas tiempo para la lectura. Recuerdo como
hablabas de que los momentos más relajados eran cuando leías dando de mamar o cuando ya todos dormían, a
la luz de la chimenea, mientras secabas ropa en aquellos inviernos tan crudos de fuertes nevadas, de la Andalucía oriental,
y escasos recursos. Donde papá y tú luchasteis para darle formación académica a
mis hermanos mayores teniendo que ir en mercancías
a la escuela, al pueblo más cercano. Recayendo el peso principal del
magisterio en papá, (al que también la maldita guerra, como la llamabas tú, le
robo la oportunidad de terminar su carrera de Derecho en Granada) que los
preparaba en aritmética, en geografía,
latín o gramática, según fuese necesario.
Libros y más libros, hasta llegar a los más contemporáneos como Antonio Gala, Arturo Pérez Reverte, Alberto
Vázquez Figueroa, Vargas Llosa, Almudena Grandes, Maruja Torres, Lucía Echevarría,
Ángeles Caso. …..También todos los premios Planeta.
Te atreviste también con los Best sellers . El suspense de, M. Higgins, Agatha Christie o
Victoria Holt, entre otros.
Títulos y más títulos, imposible de recordar en una
trayectoria tan larga de vida como lectora: “El Rabino”, “Matar a un ruiseñor”,
“Por quien doblas las campanas?” “La
madre”, “Tomates verdes fritos”,
“La Catedral del mar”, “Los
pilares de la Tierra”,” Entre costuras “de María Dueñas, la última que leímos el verano pasado en la
tranquilidad de la playa ¿recuerdas?,
que recibiste en agradecimiento por haber participado en las jornadas del día
de la mujer trabajadora y que te dedicaron con tanto cariño.…..y un larguísimo etcétera.
Leías todo aquello
que caía en tus manos, aunque eras muy crítica y a pesar de que no te
gustara sentías el deber de terminarlo.
Eras insaciable, no eras capaz de parar ante una aventura
literaria nueva para ti, incluso releías aquellos que más te habían gustado,
años después. Mientras tú eras capaz de
contar su argumento, por mucho tiempo que hubiese pasado, yo siempre acudía a
ti para refrescar la memoria de algún
libro leído en el pasado.
Aún recuerdo los primeros libros que me compraste, ya
de lectura más seria, después de abrirnos el gusanillo con “Las aventuras de
los cinco”, “Mujercitas”, “Ana la de Tejas Verdes” o “Corazón” de Edmundo de
Amicis y otros. Así como todos
los de Julio Verne y Ana Mª Matute. “Un
árbol crece en Brooklyn” de Betty Smith o
“El otro árbol de Guernica”, de Luis de Castresana, entre otros muchos,
marcaron mi adolescencia.
El último regalo tuvo el honor de traértelo tu hijo Aurelio,
en Mayo para el día de la madre, titulado “La madre” de M. Gorki, en la dedicatoria ponía, presagiando quizás tu final : “A mi madre. Por su dilatada vida al servicio
de los demás. Con todo mi cariño, tu hijo Aurelio”. No pudiste cerrarlo hasta
terminarlo con las claras del día. Ten encontré aquella mañana sentada en la
terraza, dormida ya con el libro en tu regazo. Por tus mejillas sonrosadas habían corrido lágrimas. Nunca sabré si de
añoranza, de nostalgia, de tristeza, …..??.
Me queda a mí también la tarea de seguir creando la
necesidad de poner un libro en nuestras vidas, como tú hacías. Volverás a la
vida cada vez que uno de ellos sea
abierto para ser leído.
Gracias mamá por crearnos esta necesidad, con ellos nos
diste la oportunidad de descubrir el placer de la lectura. De aprender,
imaginarnos, evadirnos, soñar….De conocer culturas, personajes, paisajes. Pero
sobre todo, de conocer, valorar y
contrastar opiniones para poder así forjar las nuestras.
No quiero reiterarme, quiero hacerte justicia, recordándote.
Esta casa, por siempre tuya, te echa de menos.
me encanta, como siempre.
ResponderEliminarGracias por seguir mis cartas.Eres un alma sensible.
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