Mamá:
Te has ido y aquí me has dejado todo el peso de la vida solo
para mí. No se si podré tirar de este peso por mucho tiempo, todo me parece tan
gris y tan nítido….los días pasan monótonos, se hacen inmensos entre controles
de insulina y elaboración de dietas. No te reprocho tu marcha, solo el letargo, desgano o apatía en el que me veo inmersa, tras tu
ausencia. Hago el intento de sobreponerme a la morriña pero…. es tan
injusto!!!…., te has marchado para siempre
y todo sigue sin más! ¡!!!. Solo me alivia esta tarea que
se ha convertido ya en una necesidad.
El verano no quiso traernos su alegría, su jolgorio, sus
largas veladas nocturnas al fresco contigo, esperando la llegada de los más
rezagados de la noche. Ni sus amaneceres con sonido de gorriones, dándote los
primeros rayos de sol en tu ventana,
cuando ya caías rendida a la
amanecida después de una noche intensa de espera, tilas, o lectura. Ni una
ducha fresquita antes de dormir la siesta, tras una mañana de trajines. Ni un
ratito de tertulia en la terraza, con alguna de tus hijas, al caer la tarde. No
quiso tampoco llevarnos hasta la orilla del mar, para que pudieras disfrutarlo
con la vista, tomando el sol ,tan sano según tú para tus huesos, mientras
disfrutabas de un buen libro y sentir,
como decías, aquella PAZ….. Ni ver la
luna posarse en el mar de plata desde nuestro, por unos días, mirador, con el
saboreo de un helado de dulce de
leche, leche merengada o turrón. Tampoco
quiso que siguieras disfrutando de las risas ni del jolgorio de tus nietas,
aquí en casa, ni tuvo en cuenta que necesitabas aún ver hechos realidad los
proyectos de futuro de Rogelio , de su vida académica. Ni sabré nunca como
terminar de educar a Julia, en la justa medida, para no caer en el capricho por
ser la benjamina y en lo que tú te afanabas. Aún era pronto para tu marcha.
Poco a poco,
después de 40 días, los sonidos que te
recuerdan se van apagando, ya no oigo el
arrastrar de tu andador, tu trajinar. Ni el silbido de tu sueño plácido en el
sillón frente a la televisión, mientras el cocinero de turno cocinaba sin tu
atención.
Ya no huele a leche caliente y picatostes. Atrás se quedaron
los gazpachuelos, las albóndigas, las gachas,
las tortitas amasadas con las que
nos deleitabas en invierno las mañanas
del domingo.
Todo ello lo aprendiste de “mamá Matilde”, sobrina de la abuela Adoración,
con la que el abuelo Juan Ramón se casó al quedar viudo, dejando a papá con
tres años y a sus dos hermanos Antonio y Esteban, poco más mayores, y con la
que tubo una hija, tia Paca, que fue para ti como una hermana. Las circunstancias
de la vida llevaron a vuestros padres a trabajar en la misma estación de Los Propios,
provincia de Jaén, donde los dos eran jefes, uno de día y otro de noche. Allí compartiste
con ella, Paquita, tu infancia, adolescencia y poco
después el amor con su hermano Juanito, como llamaban a papá. La vida solo me dio
la oportunidad de verla tres veces, la primera en la muerte de papá, la segunda
en la Roda, donde vive en la actualidad y donde fuimos a visitarla. La tercera a
los 38 años de la muerte de papá y poco más de un mes antes
de tu muerte, gracias a un impulso que tuvo nuestra prima Mª Carmen, su hija, y
la trajo para este último encuentro, con la que ambas disfrutasteis tanto.
Tu
madre, la abuela Encarna, siempre contaba que siendo tú de corta edad, una
señora en Granada le dijo que veía en ti una fuerza que te daba cierto poder y
aunque siempre nos hemos reído de tu capacidad de predicción, he podido
comprobar que te adelantabas a las cosas, tenías una intuición diferente al resto. Hoy, después de tu muerte,
estoy convencida de que esa fuerza mental tuya, hizo traer a tia Paca para
daros el último adiós.
Tampoco disfrutaremos más del “el arroz del
pollo”, como cariñosamente lo bautizó José Carlos, o de tus sopas de espinacas o de coliflor.
¿Cómo podré volver a comer milhojas, un trocito de queso curado con carne de membrillo, un higo maduro, unas
ciruelas, sandía o melón fresquitos con pan. Las naranjas con
aceite. ….una oncita de chocolate, los orejones, las pasas o el pan de higo? Será pecado mortal para mí,
disfrutar de un trozo de pan calentito.
VIVES en estos sabores. Siempre estarás
presente.