Mamá:
Hoy día 28 de diciembre de 2012, día
de los santos inocentes, han quedado cerrados
los trámites de la casa. Posiblemente no sea el mejor día para
reflexionar sobre ello, pues aún me escuecen las heridas que he tenido que
soportar al pasar por este calvario burocrático
y emocional que me llevan a ser dueña y señora de esta que siempre, mientras
yo viva, será tu casa.
Recuerdo lo que este asunto te
preocupaba y te inquietaba, sobre todo en estos últimos años, teniendo la idea
fija de hacerme poseedora de ella, sin importarte lo que la ley establecía y
queriendo imponer tu propia justicia.
A mí me resultaba muy lejano aún la
llegada de este día e intentaba restarle importancia, pensando, ilusa de mí,
que cuando llegara el momento dispondría de bienestar y holgura económica para
repartir a mis hermanos lo que establece la ley, a pesar de que tú te
empecinabas en decir que no era esa la
justicia. Ese futuro estaba más próximo de lo que todos esperábamos y hoy he
vivido ese día que tantas veces habías imaginado y que como adivina que eras acertaste en todo o en casi todo.
Quédate tranquila, pues tus hijos no
faltaron a la promesa que te hicieron en tu lecho de muerte, aunque tu nieta
Almudena, de la que tan orgullosa estabas, por haber sabido ser una persona de
provecho a pesar de todas las adversidades que le toco vivir, no se ha sentido inmersa en esta unión
familiar que siempre nos inculcaste y le
ha pesado la sangre que corre por sus venas, reprochándome que no repartiste
equilibradamente tu cariño, sin saber ella que fue una lucha tuya imposible de ganar y que hiciste más el bien manteniéndote a distancia que
inmiscuyéndote en una batalla que no era la tuya. Ella necesita conocer su
historia familiar paterna para poder así
juzgar con más objetividad a ésta, aunque ella reniegue, la que siempre
será su familia.
No te preocupes por nosotros, pues a
pesar de todo las dificultades económicas que se nos han venido encima y lo que
tu testamento nos ha supuesto, saldremos adelante con la ayuda económica de Alicia, que cumple a rajatabla la promesa
que te hizo, con la voluntad de Laura y Rogelio
que comparte también lo poco que ahora tienen, con la ilusión y ganas de
vivir de Gracita y Julia, con el apoyo
moral de mi primogénita y de tus hijas,
mis hermanas Dori, Encarnita y Graci, así
como el de tus Ávilas, Rodriguez y Garcías, tu hermana Mari y sus hijos Aurelio y Encarnita, el apoyo incondicional con el que siempre
contaste de tus Aurelios, padre e hijo, este último me ha asesorado en los trámites burocráticos
necesarios para dar formalidad al cambio
de nombre de esta tu casa, de la misma forma que te asesoró a ti cuando decidiste
hacer tu testamento, libre y ecuánimemente y por supuesto cuento con la ayuda de Dios.
Saldremos adelante, aunque ahora la
casa me pese sobre los hombros, con todo lo que lleva dentro. Tu ausencia,
nuestro bienestar y el dolor que me ha producido saber quiénes no han estado a nuestro lado, en estos momentos
de incertidumbres, es el precio que he tenido
que pagar por ella.
No sabrás mamá, que este capítulo ha
sido el peor que he vivido desde tu marcha, pues tenía que enfrentarme a lo
material y mundano de la “herencia”.
Siempre te sentiste dueña y señora de
lo tuyo, que te ganaste con tu esfuerzo y buena administración y de
lo que no tuviste que rendirle cuentas a nadie, ya viuda.
Hasta entonces, papá pagaba los
recibos de la casa, construida por el sindicato vertical del franquismo en el
año 1954, al estilo de las que se han construido hasta ahora, de protección oficial. Desde Mayo de 1958 que
llegasteis a La Palma hasta agosto del
1974 que murió papá, fueron 16 años que pagasteis vuestra renta, con derecho en
un futuro a que la casa fuera vuestra, circunstancia que no fue posible hasta
el año 1987, 13 años después de quedarte viuda, en los que ya adquiriste esta
casa en propiedad, solo y exclusivamente a tu nombre ya que por desgracia papá
ya no vivía.
Cada uno de mis hermanos se fueron marchando, Juan, Aurelio, Dori y Encarnita, antes de la muerte de papá,
Jorge con su mal sino, se casó a la semana de enterrar a papá, ya que lo tenía
todo previsto con la intención de marcharse con su mujer al País Vasco, donde
mi hermano Aurelio que estaba allí destinado, le encontró trabajo. Mi hermana
Encarnita con su José Carlos recién nacido,
ya que Carlos tendría que cumplir el
servicio militar, que aún no había hecho. Gracia, estudiante de magisterio en
aquellas fechas y yo recién terminado mi colegio, nos quedamos solitas contigo, al calor de Dori
y de Aurelio, que a pesar de la distancia, pues en aquel entonces vivía en
Bilbao, tomo el papel de hermano mayor o de “hombre de la casa”, figura
importantísima para ti. Nos asesoraba y siempre era tu paño de lágrimas, cuando
tenías algún asunto que resolver. Nos
dio cabida en su casa a ti y a mí aquel verano fatídico, hasta que pudiste
arreglar tus papeles como viuda y empezar a cobrar tu pensión, lo que tardó
unos meses. Mientras Graci se buscó como “financiar” su carrera,
quedándose en casa de la familia
Guijarro, y Encarnita y su niño se
quedaron al calor de los suegros José y María, ambos bellísimas personas, que
siempre velaron por el bienestar de sus nietos, hasta los últimos días de sus
vidas, siendo para mi hermana como sus segundos padres y a los que cuido hasta
el final como una hija.
Tu nuevo estado civil nos cambió la
vida cien por cien. Las ilusiones tuyas y de papá se rompieron, pues aquel proyecto
de mejora de nuestra casa, hacia evidente que teníais proyectos de futuro. Pero
la vida no dejo a papá disfrutarla y para ti supuso un obstáculo aún mayor en
tu viudedad, por desgracia, recién adquirida, pues nos cogió con la casa con la
obra que hicisteis a pocos días de terminar (la segunda de muchas otras que
vendrían después, ya que lo primero que arreglaste fue la cocina y el baño, que
con los años necesitó otros arreglos posteriores) y el préstamo que pedisteis
para ello. Habiendo que amueblar todo lo
que habías construido nuevo, para mejorar y ampliar la casa, dándole calidad a
la vivienda. Pero esto último, amueblar
lo recién construido, tardo algún tiempo en llegar pues ya no contabas con la
paga de papá. Mi hermana Gracia, que supo organizar su vida muy rápido y muy
bien, sin perder el tiempo en quejarse de nuestro mal sino, termino su
magisterio y aprobó las oposiciones a la primera y con su primera paga extraordinaria como
maestra, la amuebló. Aún recuerdo como nos fuimos las dos a escoger los
muebles, para darte a ti esa sorpresa. Que orgullosa te sentías de tu hija y
cómo presumías de ella ¿recuerdas aquella butaca de flores que te compró?,
siempre decías que nunca tuviste una tan cómoda como aquella. La mesa de comedor, que tantos años ha presidido
nuestro salón, las sillas, el mueble del teléfono, el mueblecito estilo inglés
que tantos años hemos tenido bajo la escalera, el espejo redondo de las rosas
compañero al paragüero, esto último aún lo conservamos en casa. Gracias a su
ayuda también alicatamos toda la casa, dándole fortaleza a las paredes que
tenían bastante humedad, sobretodo en la parte más antigua. Por eso cuando mis
hijas te decían que ya se veían antiguos los azulejos y que habría que renovarlos para darle otro
estilo a la casa, te ponías muy nerviosa
y realmente te enfadabas mucho, pues siempre recordabas el trabajito que había costado hacerlo. Mi
hermana Encarnita te ayudó a picar las
paredes, para que el presupuesto que había hecho el albañil, no sobrepasara del
dinero con el que contábamos, 60.000 pesetas que Graci te dio de la beca que le
dieron en su último año de carrera. Nunca le temiste a nada y allí estabais las
dos antes de que llegara el albañil, casi de madrugada, picando paredes. En las faenas de pintura y
reparaciones de electricidad y otros
menesteres, por mucho tiempo nos ayudaron Encarnita y Carlos, hasta que años
después ya cogimos el relevo Rogelio y yo cuando nos casamos. Aunque la ayuda
de Carlos ha perdurado, ya que era nuestro “manitas” oficial.
Dori
y Pepe, compartían con nosotros
los fines de semana y las vacaciones, al igual que Encarnita y Carlos que poco
después pudieron organizar su vida en Huelva, aunque con los años
volvieron a La Palma
ya con su casa propia. Siempre estábamos juntas, ayudándonos en todo lo
que podían. Dori fue nuestra modista en
muchas ocasiones, sobre todo para ti a la que siempre regalaba
buenas telas para los trajes de bodas y acontecimientos familiares, o
buenas prendas de abrigo, complementos….nunca te falto un detalle suyo. A mí me
ha ayudado siempre como tu bien sabes, en lo que ella podía, he tenido buenos
abrigos gracias a ella y nunca olvidaré la ayuda que me prestó en mi intento de
aprobar oposiciones, que a la larga me sirvió como formación complementaria que
me ayudaron a encontrar empleo. Tu les ayudabas también, principalmente a
Encarnita, junto con los padres de
Carlos, ya que en los años posteriores les tocó vivir
momentos más difíciles y pronto se encontraron
con una buena carga familiar. Ella, siempre fue tu ojito derecho de las
niñas y os compenetrabais muy bien, pues mi hermana siempre fue muy noble y
compañera tuya. Ella también se dejó la piel con su esfuerzo y trabajo,
mientras vivió en esta casa.
Los fines de semana y en vacaciones se nos llenaba la casa de jolgorio y alegría con tus nietos
a los que siempre les diste cabida, pues siempre dijiste que tus nietos era la
única herencia que papá te dejó. A pesar del gasto y el trabajo que suponía
para ti, nunca te peso pues era la forma de mantenernos unidos. Todos tus
nietos tenían cabida en tu casa. Recordabas con nostalgia a tu hijo Jorge, que
no fallaba un domingo con Mari y los niños. Hasta que por circunstancias de la
vida, en las que tú no tenías parte, se fueron alejando de nosotros y así de
tus dos nietos. Ya de mayores la tía Dori, por más proximidad a ellos, que
lucho en tu nombre para darles el lugar que les correspondía en esta
familia, hizo que de alguna forma los
disfrutáramos para el Rocío, bodas u otros
eventos familiares. El precio que tenías que pagar era el de no poder
invitar a tu hijo para así no provocar situaciones desagradables o tirantes, que
estropearan el evento, considerando que tus nietos no eran culpables de esa
situación, anteponiéndolos a tu hijo.
Como te quejabas tener tan lejos a Juan,
que poco pudimos disfrutar de sus hijos por la distancia. Te volvías loca cuando
venían a pasar las vacaciones de verano a casa, antes de que tuvieran
apartamento en la playa, pues tu hijo Juan era tu primogénito y tu ojito
derecho de tus varones, como siempre se quejaba Aurelio, que habiendo hecho
méritos suficientes, nunca creía él, gozaría de ese privilegio. Sin embargo
bregaste mucho con los hijos de tu Aurelio, ya que tuvieron una abuela
dispuesta a todo a cualquier hora y para cualquier circunstancia. Con mi
hermano Juan no recuerdo haber convivido en casa, pues yo era muy niña cuando
ya se marchó a la academia de la RENFE y después cuando termino, se casó
inmediatamente marchándose a Madrid, donde ha vivido hasta jubilarse, volviendo
de nuevo a Sevilla. Queriendo recuperar los años en la distancia de su tierra y
de su familia. Aunque su núcleo familiar tiene ya más peso que nosotros, evidentemente, él sigue siendo tan familiar, sin olvidar
nunca una fecha de cumpleaños o de cualquier otro evento familiar.
Dori compartió con nosotros lo bueno y malo de aquellos y de todos los momentos posteriores de nuestra vida y aún seguimos en ello. Aún no me creo que te hayas ido y ella se encuentre con su vida a medio resolver a causa de las últimas circunstancias vividas, no se las merecía. Tu desgano final lo achacábamos a esa extremada mala experiencia, que la vida nos tenía reservada y que no le perdonaré nunca jamás al culpable, por hacernos tanto daño a esta familia y sobre todo por restarte felicidad en tus últimos días. Dori siempre fue mi hermana mayor, con la que me sentía protegida. Aunque su apariencia siempre ha sido de fragilidad, nos ha sorprendido a todos la fortaleza que ahora con los años demuestra, queriéndose parecer a ti en todo, incluso queriendo coger tu relevo como “matriarca” de este clan.
Después de ti es lo que me queda,
ellas, mis hermanas que siguen dándome calor y cariño, tratándome aún como la
benjamina de la casa a mis 54 años. Lo mismo le pasará a Julia cuando yo me
vaya, sus hermanos velaran siempre por ella, la benjamina, eso espero.
Comprendo ahora tu actitud de protección
hacia mi persona, hasta el último minuto de tu vida, para ti siempre fui la
pequeña. Lo mismo será siempre Julia para mí.
Nadie se preocupó de nosotros cuando
papá nos “abandonó” con su repentina muerte, no tuviste derecho a tu duelo,
jamás te vi vencida o derrumbada ante tu
dolor. Fuiste capaz no solo de que sobreviviéramos, sino de terminarnos de
sacar a delante con calidad de vida y mejorando poquito a poco esta casa con
nuestro esfuerzo y dedicación.
Más adelante Rogelio y yo contigo
formamos un nuevo núcleo familiar en el año 80, poco después se nos unió el
abuelo Aurelio, al quedarse viudo y en pocos meses, para el verano del 81 nació
mi hija Mª Tere.
Disfrutamos de tu padre durante 11 años, de su
buen carácter, de sus “ideas”, de su experiencia y de su cariño. No había un día
que no nos acordáramos de él, cuando ya se marchó. Después siguieron llegando
los demás miembros de esta unidad familiar. Nunca eligieron los mejores
momentos para nacer, pero con tu ayuda y nuestro sacrificio, los sacamos a
delante. Con los Pinto Guerra, tu segunda familia, has compartido, sonrisas y
lágrimas. Buenos y malos momentos. Siempre decías: “no hay que echar faltas a
la calle”, refiriéndote a que nadie tenía que saber de nuestros apuros, estos
había que llevarlos con dignidad. Sin embargo pregonabas a los cuatro vientos
las mejoras y los éxitos, que siempre exaltabas.
Han sido 32 años de vida en
convivencia, muy felices, con sus pros y
sus contras. Me resisto a pensar que todo haya terminado, que todo pase ya a
formar parte del pasado. Pero más aún me pesa que alguien haya puesto precio a
esta casa con tu marcha, sin tan
siquiera conocer su historia y la tuya, la nuestra.
Hemos intentado que en tu última etapa
disfrutaras y gozaras con la juventud que te rodeaba, de sus logros y triunfos,
de sus proyectos de futuro que hacías tuyos, de sus viajes y experiencias, de
lo que te hacían partícipe, dándote alegría de vivir. De las vacaciones que
siempre te habías merecido y nunca disfrutaste, de tu deseo de contemplar y
sentir el mar. De librarte de
responsabilidades que nunca fueron tuyas, a lo que te negabas por miedo a no
sentirte útil. Cumpliendo aquello de morir con las “botas puestas”, a fuerza de
voluntad, pues ya te costaba mantenerte de pie.
Nadie puede reprocharte, ni nunca
hemos ocultado, que hayas querido tanto a mis hijos, que has criado como los
tuyos propios. Nadie puede negar que en esta casa esté todo nuestro trabajo,
esfuerzo, sudores, ilusiones, proyecto de futuro y de mejora, tirando de
una familia numerosa como la nuestra. Porque no hemos conocido otra casa,
otro hogar que este que nos ofreciste y en el que hemos vivido bajo tu cobijo. Hemos levantado
paredes, acomodando a nuestras necesidades, cuidando y manteniendo. Reparando,
pintado, limpiando. Gracias a todo eso hoy permanece aún viva. . Así en el futuro
las nuevas generaciones que la quieran habitar tendrán que
saber que siempre permanecerá en ella la sombra de tu espíritu.
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