Mamá:
Hoy, a solas con mis pensamientos, me vienen a la memoria aquellos
otoños de mi infancia a los que indiscutiblemente venían unidos a mi
cumpleaños. Los primeros flashes que me llegan son las frutas otoñales que papá,
de aquellas estaciones que transitaba, me traía en exclusiva para mi, en este
mes de octubre que, desde que empezaba,
me hacía sentirme protagonista,
por tener la suerte de cumplir años y ser mi santo en el mismo día.
Recuerdo aquellas granadas que tú, con poca paciencia,
desmenuzabas en el mejor de tus platos y espolvoreabas de azúcar,
convirtiéndolas en el postre más
especial, junto con los membrillos ya dorados, que cocías con rama de canela o
las primeras naranjas de la temporada que partidas en rodajas, bañabas de
azúcar y canela o con miel, como solo a ti y a mi, nos gustaban. Que bonita
ponías tu cocina o la mesa de nuestro comedor, con los fruteros adornados de
granadas, membrillos o limones, que daban ese toque de color, olor y sabor otoñal a la casa. Las
batatas cocidas o asadas y las castañas y los peros, teníamos que esperar hasta
todos los Santos, que papá las trajera
de Niebla.
Recordabas siempre, ya próximo a estas fechas, como llegué al
mundo en un otoño caluroso, la noche de Santa Teresa. Naciendo yo sola entre
varios varones, por los que las monjitas del hospital, os sugirieron mí nombre.
Esto, unido a que fue un parto difícil,
por que venia al mundo cruzada por lo que papá se encomendó al santo del día,
coincidiendo también que Sta Teresa era la patrona de Doña María, el pueblo de
dónde habíais llegados trasladados a La Palma. Y que la mejor amiga de mi
hermana Dory que dejaba atrás también era Mari Tere, papá ni lo dudo y decidió
llamarme Teresa. Casualidades de la vida, porque teníais pensado, Matilde si
era niña por mamá Matilde o Esteban, como el hermano mayor de papá.
La matrona del pueblo no podía hacer nada, así que al contrario
que mis hermanos nací en el hospital, donde
llegaste con papá en ambulancia, hecho que daba gravedad a la historia,
ya que las ambulancias de la época estarían escasas y solo para casos graves.
Dejabas solos a seis hijos y un marido que no podía pedir unos días por el
nacimiento de un hijo, pues en aquel régimen que premiaba a las familias
numerosas, no se le daba el apoyo que se merecía a la mujer cuando daba a luz y aún menos al marido. No existían
esos derechos que hoy los matrimonios disfrutan y que tantos años nos ha
costado conseguirlos. Espero que mis hijas lo disfruten en el futuro y que no
sea otro de los derechos sociales que nos quieran arrebatar.
Como decías y hoy quiero recordar en mi 54 cumpleaños, nací menudita, frágil y con el peso justo para no tener que entrar en la incubadora, pero tú como siempre haciendo méritos de madre coraje, no te relajaste en el hospital ni disfrutaste del descanso merecido, tenias en tu pensamiento la casa de hijos que habías dejado atrás a cargo de mi hermana Dori y de mi hermano Juan y decidiste marcharte del hospital al otro día de haber dado a luz , sin esperar las indicaciones del médico .Como nadie aún te había llevado mi ropita, solo tenias a papá, ya que estabais recién llegados a La Palma y no conocíais aún a nadie, me liaste en una toalla limpia del hospital y a escondidas saliste camino de la estación, donde sin kilométrico ni billete te subiste en el tren, sin esperar el alta hospitalaria . Mi cuñada Elena que entonces aún no lo era y que aún vivía en La Palma, te vio venir conmigo calle a bajo y salió a tu encuentro, cogiéndome en sus brazos y acompañándote hasta casa. Allí la sorpresa fue aún mayor para ti que para ellos, ya que tu hijo el mayor decidió, para darte la alegría y el alivio en el día a día de tus quehaceres, abrir una puerta que comunicara la cocina con la salita y así evitar la vuelta por el saloncito. No habían tenido la precaución de quitar los muebles y los escombros caían sobre tu flamante máquina de coser ALFA que era la modernidad. Así que te pusiste manos a la obra a quitar escombros, para que papá cuando llegase de trabajar no os riñese, a ti por tu fuga hospitalaria y a ellos por el atrevimiento de querer hacer real lo que te habían escuchado como proyecto inmediato, ¡¡ pero no durante el parto!!
No pudiste darme el pecho por mucho tiempo, así que Catalina, una
vecina que tenía vacas, me asignó una y todos los días traía la leche de aquel
animal para mí.
Poco a poco fui creciendo y vosotros también poco a poco os fuisteis acomodando a este pueblo, que siempre será el mio y que visteis por primera vez en un almanaque que os llego junto con algunas botellas de vinos de la bodega de Salas, como aguinaldo para papá unas navidades, allá en Doña María, en la provincia de Almería.
Siempre decías que aquel almanaque de la bodega palmerina, presidió vuestra cocina, antes
de que, por casualidades de la vida, os vinieseis a vivir frente a ella. Aquella bodega que conocisteis en su esplendor, hoy permanece sin vida, como tú. Aunque detenida en otro tiempo, rebosa historia de este pueblo. Sus árboles de moreras marcaron el paso de las distintas estaciones en mi infancia y su esbelta chimenea, acoge aún a las cigüeñas que, desde una perspectiva privilegiada, gozamos de sus planear, de sus altos vuelos y de los lanzamientos al vacío de sus polluelos, en sus prácticas de vuelo. Es una ventana abierta a la naturaleza. El paisaje de mi vida, que vi pasar desde mi balcón.
Todos mis recuerdos son felices hasta que murió papá. A mis 14 años la vida solo me había mostrado su lado bueno y aquello me hizo madurar bruscamente. Conocí , a mi corta edad, lo que era la muerte y el desengaño y la vida ya no fue igual para mi. Tras esto vinieron para nosotros años difíciles. Poco a poco nos acomodamos a vivir con el dolor. Nunca perdiste la entereza, la seguridad y la firmeza. Supiste torear todo tipo de temporales. Todos, bajo tu amparo, nos sentíamos seguros y protegidos. Nunca supe de dónde sacabas aquella fuerza. Pero hoy no quiero hacer memoria de aquel tiempo, porque ordené a mi memoria que olvidara, aunque mi corazón lo guarda en el primer cajón ya junto a tus recuerdos.
Poco a poco fui creciendo y vosotros también poco a poco os fuisteis acomodando a este pueblo, que siempre será el mio y que visteis por primera vez en un almanaque que os llego junto con algunas botellas de vinos de la bodega de Salas, como aguinaldo para papá unas navidades, allá en Doña María, en la provincia de Almería.
Siempre decías que aquel almanaque de la bodega palmerina, presidió vuestra cocina, antes
de que, por casualidades de la vida, os vinieseis a vivir frente a ella. Aquella bodega que conocisteis en su esplendor, hoy permanece sin vida, como tú. Aunque detenida en otro tiempo, rebosa historia de este pueblo. Sus árboles de moreras marcaron el paso de las distintas estaciones en mi infancia y su esbelta chimenea, acoge aún a las cigüeñas que, desde una perspectiva privilegiada, gozamos de sus planear, de sus altos vuelos y de los lanzamientos al vacío de sus polluelos, en sus prácticas de vuelo. Es una ventana abierta a la naturaleza. El paisaje de mi vida, que vi pasar desde mi balcón.
Todos mis recuerdos son felices hasta que murió papá. A mis 14 años la vida solo me había mostrado su lado bueno y aquello me hizo madurar bruscamente. Conocí , a mi corta edad, lo que era la muerte y el desengaño y la vida ya no fue igual para mi. Tras esto vinieron para nosotros años difíciles. Poco a poco nos acomodamos a vivir con el dolor. Nunca perdiste la entereza, la seguridad y la firmeza. Supiste torear todo tipo de temporales. Todos, bajo tu amparo, nos sentíamos seguros y protegidos. Nunca supe de dónde sacabas aquella fuerza. Pero hoy no quiero hacer memoria de aquel tiempo, porque ordené a mi memoria que olvidara, aunque mi corazón lo guarda en el primer cajón ya junto a tus recuerdos.
Estos son los mios y aquí quiero dejar constancia de ellos. Gracias por haberme dejado mi historia, tu historia, nuestra historia, en forma de trasmisión oral. Aquí la guardo, porque siempre tuve peor memoria que tú.