martes, 2 de julio de 2013

CARTA 25 : " PRIMER ANIVERSARIO"

Mamá:

En estos días próximos al aniversario de tu marcha, sin dejar de pensar en ti, ando atareada en mi final de curso, como estas fechas nos exigen: últimas tutorías, evaluaciones, notas, ensayos, disfraces… que siempre han sido la antesala del merecido descanso estival. Me faltan las fuerzas, la ilusión  y la energía para afrontar los días que me traen tan fuertemente tu recuerdo, día a día, hora a hora, minuto a minuto.

Has faltado a la cita este año, por  primera vez en toda mi trayectoria profesional, donde disfrutabas de tus nietos primero y de Julia  y tus biznietas después,  y de mí en mi labor docente.
 Qué largo se me ha hecho el paseíllo con mis alumnos este año, sin encontrar entre el público tu mirada, tu saludo, tu sonrisa de aprobación. 
Pero te he sentido en el atardecer festivo, en la brisa que nos trae el cambio de las mareas que suavizan la temperatura, a la caída de la tarde. En los destellos del sol que nos deslumbra  resaltando el colorido de los trajes multicolores. 
Te he oído en el bullicio  de la gente que busca a sus pequeñajos en cada actuación. En el murmullo de la tómbola, en los regalos. 
Te he visto en la noche estrellada. En las sonrisas de Rocío, Ángela. En Celia y Paula, tus biznietas más pequeñas, que se estrenaban en su actuación como colegialas.  En la precoz adolescencia de Julia, emocionada, dándolo todo, aunque con rubor  y con vergüenza.  
En cada uno de los saludos afectuosos de padres, compañeros y amigos. 
Allí estabas también en mi pensamiento, en mi corazón, en mi alma.

Recuerdo  cómo, ha hecho ahora un año, que después de tu siesta y de prepararte para que te lleváramos al colegio en esta tarde de fiesta de final de curso, empezaste a no encontrarte bien y dudabas entre ir o que te lleváramos a urgencias. Me fui al colegio muy preocupada y con la duda, pues yo tenía que estar antes para recibir a los alumnos y tú no te decidías en lo que querías hacer. Te quedaste  a cargo de Laura y Carlos, con la idea de que te echara un vistazo el médico. Cuál fue mi sorpresa  y mi tranquilidad al salir a la pista y verte sentada en tu sillita, entre los familiares y padres de los niños. Luego nos  comentaste que no te encontrabas muy bien, pero que preferías, si tenías que morirte, hacerlo disfrutando entre los escolares que no en una sala de urgencias. Nos reímos muchísimo y nunca imaginamos que estaba realmente tan próximo tu final. Duraste poco más de una semana, sin queja, sin darnos preocupaciones, sin alterar nuestra rutina….
.
Ha sido tan distinto, tan distante, tan hueco, tan vacío este final de curso. No estabas para que Julia te trajera presurosa sus buenas notas y celebrarlo. Para gozar con los éxitos académicos de Gracita y Rogelio. Para preparar con ilusión nuestra marcha de vacaciones, a la que este año tampoco acudiremos a su cita. Para sentarnos al fresco en las primeras noches calurosas, mientras Laura nos repartía ese helado tan merecido al final de la jornada, como único extra  veraniego. Para contemplar la luna juntas, para dormir fresquita la siesta, para tenernos apunto el agua fresca……..

 En estos últimos años, por estas fechas, ya ibas preparando tu equipaje con impaciencia y guardando en tus hatillos, todo aquello que considerabas imprescindible y necesario, como si al fin del mundo nos marcháramos, con la ilusión de una chiquilla en sus primeros días de vacaciones. No te importaban las incomodidades o la distancia. Tu deseo era ver el mar, plácido, sereno. Oír su vaivén,  sentir su brisa. Desconectar de nuestras rutinas, en familia. No éramos capaces de disfrutar solos y acogíamos y compartíamos con todos el espacio que tuviéramos  y  nuestra mesa. Con aquellos  que siempre compartieron  y  con los que a pesar de tener más que nosotros, poseían un espíritu  incapaces de ser felices compartiendo, pero dispuestos a  disfrutar con lo nuestro, que aunque humilde, tenía la juventud y las ganas de reír y de gozar de cada uno de los momentos.
 Julia solo ha conocido estos veranos de bienestar y es a la que quizás se le haga más extraño estos días, lejos del mar y sin ti.
 Han sido breves mamá, pero intensos. Benditos veranos que fuimos capaces de disfrutar juntos, en armonía. Me alegro tanto de que hiciésemos el esfuerzo, para disfrute tuyo y de todos.

No volverán tus deseos de preparar equipajes como aquellos. 
No volveré a verte asomada a la terraza con tu paño de cocina como bandera indicadora de que el arroz estaba listo de ser servido, mientras te observábamos alegres, saludándote desde el agua. 
No volveré  a verte sentada con mi hijo en vuestro ritual diario de compartir  la tapita de queso que tan amorosamente te preparaba y la Coca-Cola, tras su baño en el  mar, mientras ojeabais las noticias de la prensa de última hora, que tanto te gustaba que te desmenuzara, como hacías con tu padre o con papá. 
No volveremos tampoco a  verte   arrastrando tu carrito hasta la orilla, salvando la arena, sentándote exhausta,  mientras todos tus nietos  a tu alrededor te daban su mano para sumergirte en el agua, cual bautizo    cristiano en el rio Jordán, purificándote de tus males, como así creías.
No volverán  Enrique y Alicia a correr para que no se les derritieran los helados y compartirlos, sentados en la terraza de cristal todos juntos. 
Nunca más volverán esos momentos mágicos, mientras el resto de la playa ya dormía, donde nosotras contemplábamos aquellas puestas maravillosas de la luna en el mar. Ni las mañanas divisando los barcos en el horizonte, mientras desayunábamos, bajo el sonido de las gaviotas.
Que no daría yo por volver a vernos a todos alrededor de tu mesa, en torno a ti, mirando al mar desde aquellos lugares  humildes pero privilegiados, disfrutando de las noches veraniegas en familia.


 La llegada del verano tan esperado para nosotros, enturbiarán para siempre ese deseo vacacional, trayéndome a mi memoria  el escalofrío del recuerdo de tu marcha. 
Cuando ya creí que empezaba a superar tu duelo, se acercan  aquellos días de infierno de los que ninguno nos hemos podido aún olvidar y repasamos palmo a palmo aquellas últimas horas contigo, que aún nos hace sentir el pellizco en el estómago y el nudo en la garganta, por más que hemos intentado quedarnos solo con los  momentos vividos junto a ti.
Aún no me creo que hayamos sobrevivido un año entero sin ti, sin tu presencia física, sin tu voz, sin tu mandato, sin tus consejos, sin tu calor......

 Este es el fin de estas cartas, hacerte partícipe de nuestras vivencias, de nuestro día a día, de nuestro devenir, de nuestros proyectos,  de nuestros cambios, para mantenerte como siempre he querido, VIVA en nuestra memoria y poder superar con ellas el dolor de tu pérdida imposible de compartir con nadie. Ni con los que no tengo el derecho de privarles de su  alegría de vivir por su juventud y ni con quien con su salud y sus "circunstancias "ya tiene bastante. Contarte las cosas que nos van aconteciendo aunque no sean gratas y  que por ello no quieran  cortar sin piedad, este cordón umbilical que ahora me une a ti, como aquel que me alimentó dentro de ti,  al principio de mi existencia. Nadie puede quitarme el derecho de hacer tu duelo, así como lo siento, como lo deseo, como lo quiero....

Que Dios me de fuerzas para poder salvar la pesadilla de  este tiempo oscuro, sin sol  y sin estrellas, donde tu presencia y recuerdos lo envuelven todo. Cargando con el peso de la traición,que no nos corresponde, cada vez más pesada. A los que no podemos ponerle nombre, pero que cada día piden un precio más alto.
Se nos hace así muy dura la cuesta arriba de nuestro día a día. Cuando nuestro único deseo es sencillamente estar juntos, bien de salud y poder llegar a fin de mes, disfrutando de las sensaciones y emociones que para nosotros tiene  la vida.
 A Dios y a ti encomiendo nuestro futuro incierto deseosa de ver la luz  y alcanzarla para gloria de todos, los que aún estamos,  los que ya os marchasteis y los que quedan  aún por venir. 
Te quiero más que nunca  mamá.